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ANTE LA MUERTE…

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            Cuando era niña, recuerdo que, por las noches, al pensar que mis padres se podían morir, me ponía a llorar. Sentía que era algo que no iba a ser capaz de soportar.             Hasta los 18 años, no vi a ninguna persona muerta. Mi sensación a lo largo de los años, es que la muerte nos hace a todos iguales, hasta en los rasgos.             Ahora estoy en una edad, en que las personas cercanas, se van yendo y siento que mi despedida es más inminente. Es ley de vida.             Hace días despedíamos a una compañera de talleres y amiga. Ella, profundamente cristiana, me ayudó a confirmar lo que por mi fe creo. Que la muerte no tiene la última palabra. Que, tras dejar este mundo, no andamos perdidos, sino que seguimos viviendo de otra manera.             Muchas veces me pregunto ¿por qué me desconcierta tanto la muerte, sobre todo de mis seres queridos?             Y es que, aunque sé que la persona ha cumplido su misión, y le toca descansar, sin embargo, alrededor d

LA MUERTE Y YO

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            Nos encontramos en el centro de Francia. Esto lo confirma el que poco antes pasamos un pequeño letrero al borde de la carretera, que decía: Centro Geográfico de Francia. ¡Ah! Cerca de Limoges, o un poco antes.             Con mis 45 años yo era el veterano de nuestro equipo futbolístico. Ya solo nuestra defensa contaba más de 200 años.             Íbamos de viaje a la parte de Francia, donde en un tiempo, persiguieron a los protestantes, hasta la muerte, por orden del Papa. Mi mamá era protestante.             Uno de los nuestros, conocía a gente del lugar, y él hizo que nos invitaran a jugar unos partidos de fútbol. ¡Bien!              Unas 2 barracas, en un campamento, se pusieron a disposición de nuestro equipo de solo hombres: una llena de literas, la otra con mesas y sillas y un hornillo de gas.              El suelo estaba cubierto con cascotes de color marrón, de botellas de cervezas.              Nos faltaron pistolas, la noche anterior, para obligar

EL RELOJ DEL CASTIGO

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          Como mis padres trabajaban los dos en el negocio familiar, pensaron que enviarnos a un internado, era lo mejor que podían hacer por nosotras, aunque eso les supusiera un gran esfuerzo económico, porque nosotros no éramos ricos.            Con 7 años fui al internado de las Madres Escolapias en Cabra. Mis hermanas ya estaban allí, por eso a mí me llamaban “Estepita chica”, por la edad y mi poca estatura.             Nada más llegar, me di cuenta de que mis compañeras pertenecían a gente adinerada de Lucena, Priego, Baena, Rute, Fuentetojar y hasta de Mérida, de donde llegaron las hermanas Lesmes. La verdad es que nunca me sentí marginada, sino que encontré a grandes amigas con las que no parábamos de inventar travesuras.             Y es que, aunque era pequeña, aprendí entonces, lo que era un “chute de adrenalina”. Ir muy despacio, con tus compañeras, a los lugares prohibidos: la huerta, la clausura de las monjas, la torre del castillo, el salón redondo árabe. (Porque

CARTA A MI YO FUTURO

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             Mi querido yo:  Hoy te escribo, no sólo porque toque en el taller de escritura, sino porque de alguna manera necesito contarte, contarme lo que espero de ti, de mí en el futuro.             La verdad es que necesito echar una mirada atrás, para ver de dónde vengo, donde me encuentro y saber hacia donde me gustaría que fuéramos.             A los 16 años sentí que mi vocación era seguir a Jesús, siendo misionera y religiosa escolapia, durante toda mi vida. INAUGURACION DE LA ESCUELITA PAULA MONTAL(HERCULES QUERÉTARO JÓVENES DE HÉRCULES,QUERÉTARO , MEXICO INTERNADO EN BATA , GUINEA ECUATORIAL           Las dos sabemos que, a pesar de las dificultades, fui muy, pero que muy feliz en Madrid, México y Guinea Ecuatorial… Aprendí que evangelizar no era colonizar, sino compartir mi fe y a la vez ser evangelizada por los más pobres de la tierra. Ellos y ellas han sido mis grandes maestros, en los que he visto presente al Dios del Amor y de la Vida.             Volver a

¿QUÉ HACE QUE EL MUNDO SEA MEJOR?

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           Cuando Enrique propuso buscar, por lo menos, 11 situaciones o realidades que hicieran que el mundo fuera mejor, pensé:            Lo que Enrique nos propone, no es un ejercicio literario, sino más bien un pararnos en seco y hacernos conscientes, en positivo, de lo que nos ayuda y ayuda a los demás a ser mejores.             Llevo días dándole vueltas, y es que mi mente, como la de muchos de nosotros, ve más lo negativo, que lo positivo, y por ello, me resulta tan difícil descubrir lo que me hace más sensible, alegre, solidaria, amiga, compañera, camarada…           Sin embargo, cuando enciendes este chip, va apareciendo de pronto, algo que ya estaba ahí, pero nuestra mente no nos dejaba ver.                  Ayer mismo me sorprendió, al ver jugar al Inter y la Juventus, que, en el carrillo de los jugadores, árbitros, entrenadores, aparecía un toque de carmín rojo. Con él durante todo el mes de noviembre, hacían presente su rechazo ante la violencia hacia las mujeres.  

LA LOCA DE LA CASA

Tenía que tomar una decisión. Después de mucho pensarlo, hice lo que creía que era lo más oportuno, y respondía a lo que sentía que tenía que hacer. Me quedé tranquila. Sin embargo, bastó recibir un wasap, para que mi imaginación se disparará y me sintiera francamente mal. Vi caras, gestos, comentarios… El estómago se me cerró y empecé a sudar frío. Paré en seco, y decidí hacer una llamada para aclarar lo que, según yo, había sido una ofensa hacia mi persona. Y ¡oh sorpresa! Al escuchar lo que había pasado en realidad, me pude dar cuenta de cómo lo que imaginé, me había llevado a creer que era la verdad.          Entonces entendí la famosa frase: “La loca de la casa”.          Y es desde esta dura experiencia vivida, que he querido hablar contigo, IMAGINACIÓN.          Porque tú formas parte de mi día a día, y te haces presente, por lo menos conmigo, no tanto para despertar mi creatividad fantástica, sino que más bien, me haces dramatizar y anticipar, con claridad absolut

HOSPITAL

            Era ya noche cuando recibí una llamada:             -Hermana, papá está mal y vamos al hospital de Osuna. Ven, si puedes.             Rápidamente me preparé para salir corriendo y acompañar a mi padre en la ambulancia, mientras mi hermano iba en el coche.             La cara de mi padre, ante la ineptitud de la enfermera al ponerle una sonda gástrica y provocarle una fuerte hemorragia, nunca la olvidaré. Tengo gravados sus ojos de desesperación, pidiéndome que lo dejaran en paz.             Finalmente vino el médico y salimos disparados para Córdoba, donde pudieron corregir el fallo y conseguir estabilizar a mi padre.             Podría contar muchos episodios que he tenido que vivir acompañando a mis padres mayores, mi marido, hermanos o personalmente en mi cáncer de mama.               El hospital no es un lugar al que yo vaya con gusto, sino por necesidad.             He pasado del miedo, a aceptarlo como parte de mi vida y en él he encontrado de todo,